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IMÁGENES TITULARES

Soledad

SOLEDAD AL PIE DE LA CRUZ

La talla, surgida del cincel del segoviano y parroquiano de San Millán, data del año 1930. Está realizada en madera de cedro policromada y sus dimensiones son 400x 200 x 100 cm. El peso originario de esa imagen con andas ronda los 1500 kg.

​ En esta escultura encontramos el intento máximo del rigor histórico: La Virgen aparece representada alrededor de los cincuenta años, que es la edad supuesta que debía tener en el momento de la Pasión, en un momento que le podríamos enmarcar después de la Piedad o después de enterrado, que, como cuentan diversos historiadores, volvió a los Pies de la Cruz en la que murió Jesús apoyándose en la misma.

Fue seleccionada en la exposición “El Árbol de la Vida” de la fundación Las Edades del Hombre en la Catedral de Segovia, en 2003.

La palabra «paso» procede del verbo latino «patior» que significa escena de pasión o sufrimiento. Esta realizada para ser vista al aire libre, entrañando gran dificultad, puesto que hay que considerar todos los puntos de vista ya que debía ser contemplado en la calle. La escultura de la Soledad tuerce su cabeza con una suave curvatura hacia un lado iniciando un leve movimiento de torsión llegando así a una visión lateral de cuarenta y cinco grados, haciendo que la visión de costado sea tan importante como la frontal.

La Virgen de la Soledad se encuentra en un estado devocional, imperturbable, como poseída de su dominio; cuya quietud sobrecoge de manera sobrenatural; aunque si nos paramos a la altura de la rodilla, nos da la impresión de que va a empezar a caminar. Otro detalle de este movimiento en potencia son los brazos extendidos en un gesto que parece que van a alcanzar algo próximo.

Respecto a su ajuar nos asombra no encontrarnos con una vestimenta sin lutos ni ricos estofados. Esto esta lógicamente pensado; la Virgen no tenía preparada una túnica de luto el día del Santo Martirio. Por ello, el escultor se documentó con rigor e hizo traer de Tierra Santa una túnica como las que vestían las mujeres de Palestina, vestimenta no había cambiado sustancialmente desde la época de la Pasión. El rico bordado en la parte alta, es un apoyo de este rigor histórico que, consigue crear un gran contraste con la tela fúnebre del manto. Aunque es cierto que lo que más le interesa al escultor es la figura humana, por ello, utiliza la técnica de paños mojados, que hace que el vestido se acople a las formas de la figura. La tela es fina y ligera, expresión de levedad, formando pliegues lineales, estilizados.

La expresión: En el rostro de la Soledad encontramos el hilo conductor con otra de sus esculturas de la Virgen en la Pasión, la Virgen de la Piedad de la Parroquia del Sagrado Corazón de María en Madrid, inspirado en el barroco.

La exactitud y el rigor de Marinas son admirables en este detalle. Si profundizásemos en las enseñanzas que nos brinda la Anatomía, obtendremos la consecuencia de que, tras un intenso y duradero dolor, los músculos faciales se contraen y desaparece del rostro el rictus de profunda pena, para convertirse en un rostro inexpresivo, casi exangüe de palidez; por eso parece que la Soledad está ausente. La cabeza esta inclinada hacia su derecha y la mirada alta. Para acentuar la trágica escena que muestra la escultura se muestra la boca entreabierta, así como el iris y la pupila, que acentúan la expresividad de la mirada. El otro gran vehículo de la expresión son las manos. Cuando vemos una escultura envuelta en paños, buscamos ávidamente las manos. Los brazos los muestra extendidos a la par con su cuerpo en actitud de desfallecimiento y cansancio físico.

Como detalle añadido  la peana o las andas, de estilo bizantino, que son doradas y sobre el oro va la policromía para que se trasluzca, revistiendo mayor brillantez. Presenta unas pequeñas esculturas de escayola en que se representan a los cuatro evangelistas en las esquinas. En las frentes del rectángulo ostentan en dos de ellos el signo de la Cruz y en las otras dos, la corona de espinas y la faz del Ecce Homo.

“Madre ahí tienes a tu Hijo, y desde ese momento el discípulo la acogió en su casa” (Evangelio de San Juan 19, 26-27)

Quizás todos los análisis de la escultura expuestos anteriormente no son los que la hace tan especial, sino el modo en que plasma el dolor de María en un estilo segoviano con una cercanía que a todos nos interpela.

María acaba de ver morir a su Hijo en la Cruz, y lo acaba de tener en su regazo sintiendo el frio de su cuerpo; pero ahora tienen que enterrarlo deprisa que esta atardeciendo.

Este momento ha sido muy intenso; se levanta del suelo aunque la emoción y el abatimiento hacen que no se tenga en pie y por eso necesite apoyarse en la cruz. Ella necesita reponerse. Mientras tanto, José de Arimatea, Nicodemo y Juan están levantando el cuerpo de Jesús para llevarlo al sepulcro. Ella mira hacia el cuerpo de su hijo y extiende los brazos como queriendo volver a abrazarlo pero sabiendo que ya no es posible. En su rostro aparece una expresión de dolor intenso, sin gritos ni aspavientos pero dejando caer una sola lágrima, la primera de todas las que le acompañarán en esa noche.

Pero hay un detalle de esta imagen, que en un momento tan triste y tan dramático solemos pasar por alto. Nos fijamos en la tristeza de su rostro, en sus manos que se paran sabiendo que ya no pueden abrazar a Jesús y no prestamos atención a sus pies. Al mirarlos vemos que el derecho está echado hacia delante y el izquierdo da la impresión de que va a echarse a andar de un momento a otro. María, la Virgen de la Soledad, no va a dejar que el dolor, por muy intenso que sea, la paralice, sino que va a seguir avanzando. Va a seguir luchando como luchó para sacar a su hijo adelante al quedarse viuda y le va a acompañar hasta el sepulcro.

Ella es la única que mantiene una esperanza en esta situación, pues le ha seguido desde el principio, ha creído en Él y sabe que el crujir de una losa con el que se cierran tantas vidas humanas, no va a ser definitivo en Jesús. No sabe cómo, y el dolor le rompe por dentro, pero una mañana soleada un ángel le dijo que su hijo sería grande y esto no puede terminar en esta tarde gris. La Soledad al pie de la Cruz es la mejor compañera para esperar que llegue la mañana de la Resurrección, cuando todos los dolores que no entendemos en esta vida, cobran sentido desde esa luz tan intensa.

Por esta razón, este pie que echa a andar detrás de Jesús cuando todo parece inútil, es el que hace que tanta gente, aún sin saber muy bien por qué, camine a los lados y detrás de la Soledad en su marcha hacia la Catedral. Algunos van solo por verla a ella, pero sin saberlo, al acompañarla siguen también a Jesús, el Cristo de la Última Palabra que camina un poco más adelante. Otros la miran mientras van con ella como queriendo decirle que a veces no entienden a Jesús, pero que su dolor de Madre les es muy cercano y les ayuda a soportar las dificultades que encuentran en la vida.

Así, poco a poco, detrás de su Hijo Jesús, camina la Soledad al Pie de la Cruz cada mañana del Viernes Santo. Pero su caminar no es solo ese, que termina cuando vuelve de nuevo a su ábside de la iglesia de San Millán, sino que acompaña a lo largo de toda la vida a tanta gente que la mira con los ojos de la fe. Y de este modo les transmite esperanza y cercanía en los malos momentos mientras que muestra el camino hacia Jesús, que habiendo pasado por todos los dolores de una vida humana, nos acompaña y da sentido a todo desde su vida resucitada.

Ultima Palabra

SANTO CRISTO EN SU ÚLTIMA PALABRA

La imagen del Santísimo Cristo en su Última Palabra de dimensiones 330x160 cm data del año 1947 procedente de la Exposición de Arte Moderno de Madrid y está realizada en madera de cedro policromada.

Fue seleccionada en la exposición “El Árbol de la Vida” de la fundación Las Edades del Hombre en la Catedral de Segovia, en 2003.

Es considerado por los expertos como “una representación sentida de Cristo vivo en la Cruz con importantes precedentes iconográficos”, y caracterizado por un notable patetismo.

En esta escultura, vemos que el cuerpo abandona el plano medio torciendo levemente la cabeza hacia su izquierda de manera flexible sin llegar a ser un movimiento forzado. Así, la visión de costado es casi tan importante como la principal.

Movimiento: La imagen del Cristo tiene movimiento “de caída”; esta adherido a la cruz, y los pies no descansan, dándonos la sensación de que se escurre.

En esta escultura se palpa una tensión latente. Se acumula mucha energía en sus piernas o brazos, pareciendo que va a ponerse a hacer bruscos aspavientos.

El vestido: el paño de pureza se coloca de manera desordenada, cubriendo con amplitud la parte trasera de los muslos, pero que deja casi al descubierto el perfil del pie izquierdo sujetado por un cordel. Este paño se adhiere al cuerpo con pliegues en líneas paralelas, que recuerdan a los imagineros de los maestros del siglo de Oro de la Escuela Castellana.

La expresión: Analizando la magnífica lección de anatomía que nos brinda esta escultura son varios aspectos los que destacan sobremanera:

Su rostro es agonizante, para lo que el autor estudió el rostro de muchos moribundos. En el destaca su patetismo; la boca entreabierta expresa un estado de angustia; al igual que los ojos vueltos hacia arriba que  tienen una gran expresividad. Además tiene la cabeza inclinada y la mirada alta apoyando este patetismo.

El tórax es perfecto, para lo que  sirvió de modelo su sobrino. Las manos también nos brindan una importante lección anatómica. Cuando una fuerza incide en el centro de la palma de la mano, esta tiende a contraerse inclinando los dedos en dirección hacia dicha fuerza.

El Cristo, por su tamaño, necesita de una peana lo suficientemente alta para sostener parte de la cruz y dar estabilidad en el montaje y la procesión a la imagen. La peana del Cristo es roja con bordes dorados.

Aniceto Marinas

ANICETO MARINAS

Aniceto Marinas nace en Segovia, el dia 17 de abril del año de 1866, en el numero 16 de la Calle de los Caballeros. Nacido en el seno de una familia extremadamente pobre, cuyo mayor sustento es el jornal de bracero de su padre Mariano. Tal era la humildad de esta familia, que a los ocho años abandona la escuela ingresando como monaguillo en la Catedral.

En el paso de Marinas por el Primer Templo segoviano, se inicia en el estudio de solfeo y de canto y aprende a tocar el violín para ayudar a su familia con la paga de sus actuaciones en fiestas religiosas. También se despierta la pasión por la escultura; el va recogiendo la cera que llora de los altares y va creando figuras para el Nacimiento o a los sacerdotes de la Catedral.

Cuando tiene quince años, se  inician las obras de restauración en el Alcázar de Segovia, deteriorado por un incendio, después de veinte años de abandono.  Entre los técnicos que ejecutan dichas obras se encuentra Fernando Tarrago, director de los trabajos escultóricos. Un día, contempla una serie de las figurillas de Marinas quien le admite como ayudante suyo y hace que empiece a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios. Estamos en el año 1882, cuando con 16 años de edad, por el día trabaja la piedra de la mano de Pedro Grau, maestro de canteras en el Alcázar y por la tarde asiste a las clases del pintor de historia Emilio Soubrier y del dibujante Pedro Subirats. Modela cabezas clásicas, bustos y todo tipo de modelos. Al finalizar el curso 1882-83 obtiene un accésit en la sección de Principios de Dibujo.  El siguiente curso obtiene el premio extraordinario y realiza una exposición de sus obras con gran admiración del pueblo segoviano. Esto hace que la Junta Directiva de la Escuela de Artes y Oficios de Segovia apoyado por Tarrago dirija en marzo del 84 una petición a la Excma. Diputación Provincial pidiendo una pensión para que Aniceto amplíe sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Madrid.​

En el curso 84 - 85, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid con importantes profesores como los dos grandes escultores catalanes, Juan Samsó y Jerónimo Suñol gracias a la pensión concedida por tres años. Es en el año 1887 cuando su San Sebastián Mártir le hace obtener una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid y consigue la plaza para ir  a Roma por tres años pensionado por la Academia de San Fernando.

En esta etapa, la llamada italiana de este autor, se corresponden el Descanso del modelo, segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes y medalla de oro en la Exposición Internacional de Munich, o el grupo “Dos de Mayo de 1808”, presentado en 1892 en la Exposición Internacional celebrada en Madrid, con primera medalla; envíos reglamentarios desde Roma a las Exposiciones Nacionales e Internacionales. En esta época, Marinas se dedica al estudio del clasicismo y contempla las obras de los museos de Roma y Florencia, en los que estudia a los grandes maestros, especialmente a Miguel Ángel a través de su maestro Palmaroli.

Al regresar de Roma, pasa una temporada en Segovia, estableciendo su estudio en una de las casas de Canonjía Nueva, y empieza a desplegar su habilidad en el monumento conmemorativo de corte historicista. Así puede constatarlo la estatua de Don Pelayo (1893) por parte de un concurso en la ciudad de Oviedo, o el bajorrelieve del primer conde de Sepúlveda (1893). En ese tiempo Fray Tomas de Cámara, obispo de Salamanca, le encarga para la iglesia de San Juan de Sahagun de Salamanca dos relieves de bronce que muestren dos pasajes de la vida del Santo.

Después de unos años se instala en Madrid. En esta etapa intensifica su dedicacion a la escultura monumental viéndole siempre ocupado en encargos oficiales y particulares, así como en concursos para erigir monumentos en ciudades españolas. En 1899 obtiene la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con su estatua de Velázquez, hoy emplazada en la puerta principal del Museo del Prado, de Madrid. De esta época es también la estatua de Guzmán el Bueno en León, al Padre Flórez en Burgos (1906) y al obispo Padre Cámara en Salamanca (1907)

En 1901 gana por oposición la cátedra de Modelado y Composición Decorativa de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, puesto en el que permanece hasta 1936. En su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1903 deja claro su concepción de la escultura;  algo anclada en el pasado y contraria a la innovación. De sus palabras de ese día, confesó que su fuente de inspiración es la naturaleza, a la que intenta copiar imitando todo modelo vivo rechazando la simple imitación de la Antigüedad Clásica y las corrientes Modernistas. Su factura es barroca y detallista, con una inclinación hacia el modelo pictórico, de características impresionistas.

En Segovia, con motivo del centenario de la guerra de la Independencia, realiza  en 1908 el Monumento al Dos de Mayo, situado en los Jardines del Alcázar de Segovia.  La forma de este conjunto monumental es troncopiramidal, alzada sobre unas escaleras de granito, presididas por la escultura de  Clío, la musa de la Historia en mármol blanco en el centro de las mismas. En la base de la pirámide se sitúan dos relieves en bronce que representan dos escenas de la batalla: la defensa del parque de Monteleon y el pueblo dirigido por Daoiz y Velarde enfrentándose a los franceses. En lo alto la figura alegórica de España recoge los cuerpos de los dos héroes Nacionales.

El día 20 de julio del mismo año el Excmo. Ayuntamiento de Segovia le declara hijo predilecto de la ciudad.

En la cima de su carrera recibe los encargos de las consideradas como sus dos más importantes: el Monumento a las Cortes de Cádiz, cuya ejecución lleva a cabo desde 1913 a 1929; considerada por Marinas como su mejor trabajo, y el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, inaugurado en 1930 en el cerro de los Ángeles.

En 1921, con ocasión del IV Centenario de la Violenta muerte en Villalar de los jefes Comuneros, se coloca la primera piedra del Monumento a Juan Bravo en la Plaza de San Martin de Segovia. Esta estatua fue inaugurada el día 30 de junio de 1922, con presencia de la Infanta Doña Isabel de Borbón en representación del monarca. La estatua del comunero se alza sobre un pedestal de piedra berroqueña; con su mano derecha alza la bandera de las milicias segovianas en las que se lee “Castilla Libertad”; con la izquierda amarra la empuñadura de la espada que lleva en el cinto.  Quizás por su exagerado realismo y ese anclaje en el pasado fue objeto de la polémica levantada en Segovia por parte de la intelectualidad progresista por esta estatua.

En 1926 obtiene la medalla de honor de la Nacional de Bellas Artes por su grupo Hermanitos de leche situado actualmente en el Casón del Buen Retiro. La escultura, se inspira en un poema de Gabriel y Galán realizado en mármol de Carraca. Muestra un tratamiento de acabado pulido y extraordinaria suavidad de superficies.

En los últimos días de enero de 1927 fallece el poeta segoviano José Rodao; se le erige un busto en bronce en la plaza de los Huertos, aunque actualmente se encuentra en el Paseo del Salón.

En sus últimos años se dedica a la escultura religiosa y, en especial, a las tallas procesionales en madera policromada, así dona a la Parroquia de San Millán, donde fue bautizado, la talla de La Soledad al Pie de la Cruz  en 1930 y el Santo Cristo en su Última Palabra en 1947. Es digno de mencionar el asombro y la emoción recogida con que el pueblo de Segovia las ve desfilar con su Cofradía Titular. Otras tallas de esta índole es un crucificado de Navas del Marqués, su Inmaculada Concepción y su Piedad de la Parroquia del Inmaculado Corazón de María de Madrid.

El 22 de junio de 1947 el Excmo. Ayuntamiento de Segovia descubre una lapida conmemorativa del nacimiento del glorioso escultor en la casa donde nació, hoy numero 10 de la calle Escultor Marinas.

La restauración del Monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles hace que lo veamos infatigablemente trabajando hasta el final de sus días el 23 de abril de 1953, enterrado en el cementerio de la Almudena.

Son numerosos las muestras de honra por parte de la Cofradía nacida gracias a su donación, destacando la exposición y ciclo de Conferencias en 1990, los actos en conmemoración del 50º aniversario de su muerte, con el descubrimiento de una placa en la iglesia y la edición de un libro, la excursión por sus obras el 23 de septiembre de 2012, el intento de trasladar sus restos a la capilla de la Soledad, y por supuesto el tradicional panegírico que anualmente celebra el domingo de Pascua en los Jardinillos de San Roque donde se levanta su monumento.

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